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La virtud...

 El triunfo de la filosofía debería consistir en echar luz sobre la oscuridad de los caminos de que la providencia se sirve para lograr los designíos que se propone sobre el hombre, y en trazar, de acuerdo con esto, un plan de conducta que pudiera hacer conocer a ese desgraciado individuo bípedo, perpetuamente zarandeado por los caprichos de ese ser que, según se dice, le dirige tan despóticamente, el modo como debe interpretar los decretos de esa providencia sobre él, el sendero que debe tomar para prevenir los curiosos caprichos de esa fatalidad a la que se dan veinte diferentes nombres, sin haber logrado aún definirla.


Ya que, partiendo de nuestras convenciones sociales y no apartándose nunca de esta veneración que se nos inculca en la infancia, desgraciadamente ocurre que, por la perversión de los demás, no importa el bien que practiquemos, nunca hallemos más que espi-nas, mientras que los malos no recogen más que rosas, ¿no calcularán las gentes privadas de un fondo de virtud lo bastante sólido como para situarse por encima de las reflexiones que suscitan estas tristes circunstancias, que entonces vale más. abandonarse al torrente que resistirse a él?

 ¿No dirán que la virtud, por hermosa que sea, cuando desgraciadamente resulta demasiado débil para luchar contra el vicio, se convierte en el peor partido que pueda tomarse, y que en un siglo enteramente corrompido, lo más seguro es hacer como todos? 

Un poco más instruidos, si se quiere, y abusando de las luces que han adquirido ¿no dirán, con el ángel Jesrad de Zadig, que no hay mal que por bien no venga? ¿No añadirán a esto por su cuenta que, puesto que en la constitución imperfecta de nuestro pérfido mundo hay una suma de males igual a la del bien, es esencial para la conservación del equilibrio que haya tantos buenos como malos, y que según esto, el plan general le es indiferente que éste o aquél sea preferentemente bueno o malo? ¿Que si la desgracia persigue a la virtud, y la prosperidad acompaña casi siempre al vicio, siendo la cosa indiferente a los designios de la naturaleza, vale infinitamente más formar entre los malos que prosperan que entre los virtuosos  que perecen? Es, pues, importante atajar estos peligrosos sofismas de la filosofia, es esencial hacer ver que los ejemplos de la virtud desgraciada, presentados a un alma corrompida en la que aún quedan, sin embargo, algunos buenos principios, pueden llevar a esa alma al bien, con tanta seguridad como si se le hubieran ofrecido en el sendero de la virtud las más brillantes palmas y las más aduladoras recompensas.

 Resulta sin duda cruel tener que pintar una multitud de desgracias, que abruman a la mujer dulce y sensible que más respeta la virtud, y de otra parte, la más brillante fortuna, en la que durante toda su vida la desprecia; pero si, sin embargo, del esbozo de estos dos cuadros, algunos vigorosos y otros cínicos, nace un bien, ¿habrá que reprocharse el habérselos ofrecido al público?, ¿podrá sentirse remordimiento por haber establecido un hecho del que para el lector que lee con fruición se deduzca la tan filosófica lección de la sumisión a las leyes de la providencia, parte del desarrollo de sus más secretos enigmas y la fatal advertencia de que con frecuencia el cielo no golpea a los seres que a nuestro lado parecen haber mejor cumplido su deber, sino para recordarnos el nuestro?



Texto extraído del libro;

Los infortunios de al virtud.

Autor; Marqués De Seda 1740-1814




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